lunes, 4 de septiembre de 2017

El día que todo cambio...

Quiero registrar esto para la posteridad. 

Era una lluviosa tarde de verano del año 2017, nos encontrábamos a 17° centígrados, mi hijo tenía cita con el doctor y le pedí se cubriera con una sudadera, bajo con una chamarra caliente, de plumas de ganso, saliendo del doctor moría de calor y me pidió quitarse la chamarra, no accedí porque llevaba únicamente una ligera playera abajo, me imagino que iba sudando de su espalda porque al pasar por una esquina se recargo en la pared a manera de rascar su espalda, me dio mucha risa y le dije que parecía un oso rascándose en un árbol, la verdad esperaba una risa, una carcajada, o tal vez un "Mamá no me compares con un oso", pero a cambio recibí un "Mamá no digas eso en voz alta que me avergüenzas", en mi cabeza retumbaba "Me avergüenzas, güenzas, güenzas, güenzas" (Léase con tono de eco), no podía creer que mi hijo de 8 años me haya dicho eso, pensé que se comenzaría a avergonzar de su madre al entrar a la secundaria, o algo así, llegando a casa no me pidió un cuento para dormir, pensé que ya no me necesitaba cuando dijo "Mamá mañana me ayudas (hacer una pausa en el ayudas porque una alegría sonó en mi cabeza al saber que mi niño me necesita, y continuó), quiero hacer un canal de YouTube y grabar vídeos", prometí ayudarle y se fue a dormir, en cuanto termine de escribir esto buscaré una lampara y una lupa para explorar su pecho y sus axilas en busca de vellos o su cara en busca de bigote, mientras sufro al darme cuenta que mi niño esta creciendo muy rápido y todavía no encuentro la forma de detener el tiempo. 

Mil gracias por leer. 

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